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Rutinas escolares, autoritarismo y post pandemia

Juan Carlos Miranda Arroyo

El fantasma del autoritarismo, el control y la rigidez escolares recorren los contextos sociales de la post pandemia.

Tarde o temprano (en junio o agosto de 2021), la escuela (pública y privada), en su formato presencial, regresará a sus actividades habituales, pero no será en las mismas condiciones ni se construirán las mismas historias, previas a la pandemia de Covid-19.

Para ello, los protocolos de higiene y sanidad en los recintos educativos se pondrán en práctica, sin duda y si bien nos va. Pero las rutinas escolares, a las que estábamos acostumbrados, no serán las mismas. 

Aparte de las carencias de agua e infraestructura que padecen miles de escuelas en nuestro país, cosa que las hace no higiénicas e insalubres, en la mayoría de ellas existe el riesgo de un giro hacia el autoritarismo, el control excesivo y la rigidez en los procedimientos e interacciones sociales en nombre de la higiene y la seguridad.

En aquellas escuelas, por ejemplo, de educación preescolar (Jardines de Niños), donde los familiares (no solamente mamá o papá) entraban al plantel a recoger a sus niñas o niños directamente a sus salones, el procedimiento cambiará. Entrará en acción el filtro social correspondiente, con justificación de higiene. Debido a ello, es probable que los adultos se queden fuera de la escuela, porque el protocolo así lo marcará. O ingresarán condicionados.

De ahora en adelante, solamente entrarán al plantel, con ciertos requisitos básicos, los docentes, directivos escolares, personal de apoyo y estudiantes. En consecuencia, según los protocolos de actuación en higiene y seguridad escolares, las personas ajenas a la escuela se quedarán fuera por esas razones o ingresarán después de superar los filtros sanitarios. 

Si bien antes algunas escuelas, por decisión de las y los directivos escolares o docentes, eran celosas de permitir el acceso a los adultos a las instalaciones, ahora, en época de post pandemia, las prohibiciones de entrada se recrudecerán.

Además, donde existan los recursos económicos suficientes, se exigirá a las familias: cubre bocas, mascarillas especiales, alcohol en gel, guantes quirúrgicos, jabón líquido y demás artículos de higiene. En una de esas, hasta comprobante de vacunación o resultados de laboratorio. ¿Qué sucederá donde no haya estos recursos? ¿Las autoridades educativas y escolares cumplirán con sus responsabilidades en estos rubros? ¿O dejarán nuevamente que la escuela (como comunidad educativa que es) se las arregle sola? ¿Las y los docentes, junto con las familias, subsidiarán estos recursos y estas medidas extraordinarias una vez más?

En las escuelas primarias y secundarias, también, las rutinas escolares cotidianas, los tiempos y los movimientos se verán alterados. En un primer momento, el regreso a clases presenciales estará organizado de manera “voluntaria”, escalonada y por grupos pequeños, y ello conducirá, inevitablemente, a la creación y adaptación de nuevas reglas de operación y relaciones sociales escolares: La entrada, la salida, los recreos, actividades de educación física y ceremonias cívicas, entre otras, se llevarán a cabo con medidas de control extremas.

Si revisamos la “normalidad mínima de operación escolar” (SEP), cuya versión más reciente fue publicada en noviembre de 2018, podremos verificar que los lineamientos previos a la pandemia estaban orientados al cumplimiento de ciertas directrices elementales, que hoy serán casi imposibles de cumplir (1). 

Como puede apreciarse, las rutinas previas de la escuela “en formato presencial” se verán modificadas por los nuevos códigos de actuación y las renovadas pautas de relación que se establecerán como producto de la crisis sanitaria, pero otro tanto también dependerá de las condiciones que ha impuesto la crisis económica.   

Los riesgos del retorno al autoritarismo

De manera cotidiana, y como si salieran de un resorte inconsciente, los botones del autoritarismo, el orden y el control escolares saldrán a la superficie. Como bien lo apuntan Trilla y Puig en su descripción sobre El aula como espacio educativo (2): “El aula se ha convertido en el espacio funcional para la transmisión vertical colectiva (de uno a muchos) y uniforme (los muchos deben aprender y hacer todos básicamente lo mismo). Pero, a la vez, en otro sentido, el aula deberá facilitar el trabajo individual (las interacciones horizontales estarán generalmente prohibidas y dificultadas por la propia distribución).”

Al igual que sucede con el “celo” de los directivos escolares y uno que otro maestro o maestra, por el hecho de no permitir el acceso a los familiares a la escuela, en esa misma línea de prohibición y autoritarismo se prevé una vuelta más a las tuercas del control y el orden irracional (¿o intencional?) en los recintos educativos. Me pregunto si habrá retrocesos en las dinámicas que tomarán, de ahora en adelante, las interacciones sociales de la vida escolar cotidiana.

Recordemos que, en contextos de educación mediada por las tecnología (clases “en línea”), los excesos autoritarios se pusieron en práctica, un día sí y el otro también, sobre todo cuando las y los directivos (no todos) dieron indicaciones a docentes para que pidieran a sus alumnos evidencias de su presencia en clase (en algunos casos, incluso, se reportaron solicitudes de portar el uniforme oficial de la escuela, frente a la pantalla).

Otro tipo de excesos se han dado en la educación superior, en época de pandemia, cuando las y los docentes (no todos) exigían a sus estudiantes que prendieran la pantalla (a veces como indicación desde “arriba” en la jerarquía institucional), para verificar que las y los estudiantes estuvieran activos en la sesión. Así fue como se inauguró el “control de grupo” tecnológico.

Ello, sin importar las condiciones en que se encontraban las y los estudiantes al momento de “conectarse” a las videosesiones. (Tengo alumnas y alumnos de la UPN que, dadas las condiciones económicas generadas por la pandemia, que se vieron obligados a trabajar justamente durante las horas en que estaban programadas sus clases o asesorías a distancia).

Detrás de las exigencias de verificación de la conexión, o no, a clases virtuales, está presente una actitud institucional de desconfianza, autoritarismo y violación de la individualidad. A algunas autoridades educativas se les olvida que es más importante el desarrollo de las actividades académicas y educativas, que el control sobre la “presencialidad virtual o no virtual”, con todo lo que ello significa.

Coincido, al respecto, con los señalado por Trilla y Puig: “El aula tradicional está organizada y distribuida en un espacio diáfano, panóptico, porque “El ejercicio de la disciplina –explica el autor de Vigilar y castigar– supone un dispositivo que coacciona por el juego de la mirada; un aparato en el que las técnicas que permiten ver inducen efectos de poder y donde, de rechazo, los medios de coerción hacen claramente visibles aquellos sobre quienes se aplican” (Foucault, 1978).”

El fantasma del autoritarismo, el control y la rigidez escolares recorren los contextos sociales de la post pandemia. ¿De qué herramientas y conceptos clave disponen las y los docentes para evitar esos escenarios que llevan hacia la discriminación y la exclusión de las y los otros? ¿Cómo lograr ser, como docentes y directivos escolares, no sólo reactivos sino propositivos ante este horizonte lleno de riesgos de autoritarismo escolar?

Quizá, algunas de las respuestas se puedan encontrar en una formación docente orientada hacia la lectura crítica de las propias prácticas docentes y directivas. Y probablemente se pudiera hallar una pista, tal vez, en la apertura hacia otros horizontes teóricos y prácticos de intervención pedagógica y de gestión educativa (incluyo aquí al liderazgo educativo distribuido), que contemplen la posibilidad del diálogo, la concertación y la gestión democráticas en las relaciones escolares.

Fuentes consultadas:

(1) Ver DOF del 30 de noviembre de 2018: Normalidad Mínima de Operación Escolar: Conjunto de rasgos básicos indispensables que deben cumplirse en cada escuela para el buen desempeño de la tarea docente y el logro de aprendizajes del alumnado que, una vez garantizadas, permitirán el desarrollo de acciones de segundo orden que enriquezcan el proceso educativo. La caracterizan los siguientes rasgos: 1. Todas las escuelas brindan el servicio educativo los días establecidos en el Calendario Escolar. 2. Todos los grupos disponen de personal docente la totalidad de los días del ciclo escolar. 3. Todo el personal docente inicia puntualmente sus actividades. 4. Todo el alumnado asiste puntualmente a todas las clases. 5. Todos los materiales para el estudio están a disposición de cada uno de los estudiantes y se usan sistemáticamente. 6. Todo el tiempo escolar se ocupa fundamentalmente en actividades de aprendizaje. 7. Las actividades que propone el docente logran que todo el alumnado participe en el trabajo de la clase. 8. Todo el alumnado consolida, acorde a su ritmo de aprendizaje, su dominio de la lectura, la escritura y el razonamiento lógico matemático de acuerdo con su grado educativo.

(2) Jaume Trilla y Josep M. Puig  (2003) El aula como espacio educativo. Cuadernos de Pedagogía, N.º 325.

Comentarios

Alicia Gonzalez
junio 21, 2021 a las 6:36 pm

Te felicito Juan Carlos, coincido en que se mantiene y se mantendrá una rigidez respecto a las conductas y las prácticas escolares que evidenciarán que no aprendimos algo en cuento a interacción humana y organización escolar



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